La insoportable levedad de los RRHH...


Desde hace algunos meses estoy acostumbrándome a releer libros que leí cuando era una adolescente o demasiado joven para entenderlos bien.
El último que he tenido el placer de terminar ha sido la gran novela de Milan Kundera: La insoportable levedad del ser.
 

“La realidad es más que un sueño, mucho más que un sueño”.

Son muy numerosas las citas interesantes que se pueden destacar en este libro. La mayoría provocan una reflexión sobre diferentes aspectos de la vida, como el concepto de levedad en un sentido peyorativo.
De ahí el título de mi último post del año. Me empieza a resultar cada vez más insoportable la levedad con la que se cuestiona el área de RRHH, así como a las personas que conforman una empresa.

Se está restando importancia a la gestión de personas y se empiezan a tomar con ligereza las decisiones que afectan al capital humano que supuestamente tanto importa a cualquier CEO y empresa que se precie.

 
En el siglo XIX, la Revolución Industrial supuso la mecanización de tareas y las condiciones de trabajo se volvieron pobres, amenazando constantemente la vida del empleado, lo que comenzó a generar insatisfacción en la mano de obra.
Empezaron a aparecer los sindicatos para intentar mejorar estas condiciones laborales. Viendo las empresas el peligro que esto podía suponer, crearon los primeros Departamentos de Bienestar, antecesores del Departamento de Personal y posterior Dirección de RRHH.

Los Departamentos del Bienestar intentaban solucionar los problemas de vivienda, sanidad, educación, etc. de los trabajadores. No con una finalidad humana o por lo que hoy conocemos como responsabilidad social, sino para obtener la máxima producción con el menor coste posible. Era la época del modelo de Taylor que basaba su teoría en  las siguientes ideas:

-          Los trabajadores aplican la ley de mínimo esfuerzo

-          No necesitan pensar

-          No es beneficioso que trabajen en grupo

-          La única motivación es la retribución económica

-          Los empleados intentan tener la menor iniciativa posible

 
Teniendo en su génesis aquellos precarios Departamentos de Bienestar, tras la década de los 90 la gestión de personas empezó por fin a evolucionar para identificar la dimensión humana como valor de diferenciación y éxito de una organización.
Se tomó conciencia de la importancia de tener objetivos tanto de carácter económico como social en el mundo empresarial.

Los RRHH lentamente fueron considerándose un valor estratégico en las organizaciones. Se inició la inversión en atracción y retención de talento, en desarrollo de personas, en conciliación, en responsabilidad social interna, en igualdad y diversidad, en salario emocional, en compromiso, etc. Pero de  repente… llegó la archiconocida crisis económica mundial y arrasó con muchas direcciones de RRHH que se estaban construyendo con esta filosofía como un tsunami.

Hemos necesitado años para darnos cuenta de que no sólo es imprescindible tener en cuenta las necesidades fisiológicas del trabajador, sino también las necesidades psicosociales y cuando por fin empezábamos a avanzar y cuando más necesario se ha vuelto atender la dimensión psicosocial del profesional…

 
Muchas empresas utilizan la difícil situación económica actual para impulsar el camino de la involución.

 
¿Pero alguien como yo, que se define como una mujer optimista y vitalista y que da siempre los buenos días desde Twitter  con el hashtag #empiezoeldíaconunasonrisa va a terminar el año con un post con mensaje triste?

 
¡Por supuesto que no!

 
Para luchar contra este camino de involución hacia el que algunos se empeñan en empujarnos, para resistirnos a perder la dimensión humana del profesional que aporta valor a las organizaciones y para poder seguir evolucionando hacia una mejor gestión de personas, el pasado 14 de diciembre nació la iniciativa de #EnRHed.
 
Porque seguiremos trabajando no sólo en 2013, sino durante todo el tiempo que haga falta y porque somos muchos quienes no estamos dispuestos a dar un solo paso atrás, desde aquí os dejo un mensaje de esperanza y optimismo.

 

Los profesionales que nos dedicamos a trabajar por y para las personas ni hemos tirado la toalla, ni nos hemos dado por vencidos. Seguimos aquí, creciendo en número y haciéndonos cada vez más fuertes para luchar contra la insoportable levedad de los RRHH que algunos se esfuerzan inútilmente en transmitir.

 

Como diría un buen amigo mío: el año que viene más y mejor.

¡Felices fiestas!

 

“Las preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.”


La insoportable levedad del ser, Milan Kundera
 
 

 

La presunción de profesionalidad


No soy abogada ni experta en la materia, pero siempre me ha gustado el derecho de la presunción de inocencia recogido en el artículo 24 de la Constitución Española.
La presunción de inocencia es un principio jurídico que establece la inocencia de la persona hasta que se demuestre su culpabilidad mediante un proceso judicial.
De un modo similar, me gusta creer en la presunción de profesionalidad de las personas hasta que se pruebe lo contrario.

Palacio de la Justicia de Roma, foto de Óscar Marín
 
Nunca me han gustado frases o refranes del estilo: “Piensa mal y acertarás”, “No esperes nada de nadie, es preferible estar sorprendido a estar decepcionado”, “Debemos desconfiar unos de otros. Es nuestra única defensa contra la traición”, etc.
 
Confío en las personas hasta que me convenzan de que no son dignas de mi confianza, porque creo que el ser humano no es malo por naturaleza y porque los prejuicios restan oportunidades a las personas. Como decía Victor Hugo:
"Amigos míos, retened esto: no hay malas hierbas ni hombres malos. No hay más que malos cultivadores."

¿Qué ocurre cuando en el entorno laboral alguien no actúa como esperamos ética y/o profesionalmente? En mi caso sufro una gran decepción, pero procuro recuperarme rápidamente para ser capaz de “neutralizar” a esa persona y que el impacto en mi trabajo, en la organización y en el equipo sea lo menos nocivo posible.
En el entorno laboral mi gestión de expectativas es alta, lo admito, espero profesionalidad por parte de cualquier persona con la que tenga que trabajar o colaborar.
¿Me he llevado decepciones por esta gestión de expectativas?
 Sí, claro, muchas.
 
¿He experimentado trabajar con alguien que carece por completo de profesionalidad?
Sí y he sentido la frustración que produce tal estado. 

A pesar de todo, ¿merece la pena seguir creyendo en la presunción de profesionalidad?
¡Sin duda alguna!
 
Algunos me podrán tildar  de confiada en exceso o inocente, pero ¿cuándo fue negativo tener  fe en las personas?
A medida que vamos cumpliendo años vamos perdiendo esa fantástica inocencia que caracteriza a los niños, que les hace ser espontáneos y en ocasiones hasta decir algo inoportuno en un determinado contexto.
Las experiencias vividas, en especial las que nos han hecho sentir mal, van despojándonos de la ingenuidad de la infancia y hasta cierto punto este aprendizaje es positivo, porque nos vuelve precavidos y porque esas vivencias nos ayudan a desenvolvernos mejor en circunstancias parecidas.
No obstante, ¿es necesario volverse desconfiado para triunfar profesionalmente? Muchos expertos responderían que sí, mi respuesta es un rotundo NO.
Es importante distinguir entre confianza e ingenuidad.
 
No veo muchas posibilidades de éxito en una relación donde falle la confianza, aunque esta relación sea de carácter laboral.

 ¿Siguen siendo los “profesionales tiburones” los que llegan a puestos directivos?
Desde hace años van perdiendo posiciones a medida que evoluciona la sociedad y las personas que conforman la empresa empiezan a ser intolerantes ante determinadas conductas y comportamientos.
 
¿Tienen los jefes tóxicos los días contados? Creo firmemente que sí, aunque aún falte tiempo para que sean una especie en extinción, pero llegará el día, como les llegó a los dinosaurios y eran más grandes y fuertes.
Los momentos que estamos viviendo obligan a las empresas a transformarse, porque son organizaciones sociales y por lo tanto son las personas quienes las sustentan y generan el valor del negocio  
 
 
Un profesional es un ser humano en su dimensión más general y completa: con su experiencia vital, su carácter, su compromiso, su talento, sus relaciones familiares, su estado de ánimo, etc.
Un profesional es una PERSONA, no es un autómata que se limita a ser productivo dejando sus emociones en la puerta de la oficina, a pesar de que a muchos CEOs y directivos les gustaría que funcionara así, especialmente a aquellos que cuando oyen hablar de inteligencia emocional en la empresa les recorre un escalofrío por el cuerpo. 
La dirección por valores, las empresas con alma, la responsabilidad social no son conceptos nuevos ni mucho menos pero… ¿qué está pasando?
¿No tenéis a veces la sensación que esos equipos directivos y CEOs que deberían estar en peligro de extinción han vuelto a recuperar terreno?
¿Soy solo yo o vosotros también sentís que la crisis está empezando a servir como excusa a algunos para ser más relajados con la ética y la moral en el entorno laboral?
 
No ha transcurrido mucho tiempo desde que una cita desde el departamento de personal generaba tensión y miedo. Pero hoy, quienes trabajamos en Recursos Humanos, es decir para las personas y por las personas, debemos desprendernos del concepto de RECURSOS y acentuar la parte de HUMANOS.
Para algunos directivos todo vale, en especial, actuar con falta de ética personal y profesional por dinero, por intereses propios y olvidando por completo el valor de las personas.
 
Hay compañías que aparentan esforzarse en parecer inhumanas: despidos agresivos, eliminación de presupuestos para formación y desarrollo del talento, mayor discriminación de género y discapacidad, abusos de horarios y cargas de trabajo, etc.
Todo esto sucede en una coyuntura donde los profesionales necesitan confianza, empatía, comunicación abierta, respeto y apoyo para poder hacer que las empresas y los proyectos salgan adelante.
 
 
Tengo el apoyo de grandes amigos y compañeros de profesión que pensamos seguir luchando con calma, con perseverancia y con entusiasmo para que los directivos tóxicos tengan los días contados, para que la presunción de profesionalidad no sea un ejercicio de inocencia y para que los buenos profesionales sean personas valoradas por su aportación a la empresa y en su dimensión humana.
No todo vale en la vida y en las empresas tampoco.
No sé vosotros, pero yo ME QUEDO CON LAS PERSONAS.
 

¿Qué soledad es más solitaria que la desconfianza?
                                                                                                               George Eliot
 
*Este post es la reflexión del artículo que escribí para Zyncro.
 


Lecciones de vida: aprendizaje permanente





¿No habéis tenido un momento en el que os habéis sentido tan mal como para desear desaparecer del mundo? ¿O para querer haceros un ovillo debajo del edredón y llorar hasta que se agoten todas las lágrimas que sentís que se agolpan?

Seguro que sí, porque la vida es un camino donde se entremezclan momentos de felicidad con tristeza, alegrías y penas, dolor y placer, situaciones difíciles que ponen a prueba nuestra capacidad de resiliencia, concepto que tan de moda está últimamente.


Lo realmente difícil para superar una situación en la que la vida nos pone a prueba, no es superarla, sino ser capaz de aprender de ésta y saber utilizar ese aprendizaje de una manera positiva en el futuro y como consecuencia, crecer como persona.
Hablo del aprendizaje informal, el que se produce en cada experiencia y situación personal y profesional que atravesamos. Es el aprendizaje permanente y por lo tanto el más importante, porque nos acompaña durante toda nuestra vida.


Cualquier momento o situación puede ser una ocasión para aprender, pero sólo las personas con un talento y capacidad especial consiguen transformar una experiencia difícil y traumática en un aprendizaje valioso.
No se trata de ser resiliente, sino de ir mucho más allá
Siento verdadera admiración por estas personas extraordinarias y este post es un homenaje a todas ellas, en especial a alguien a quien quiero y que es un impresionante ejemplo de valor, talento y calidad humana.


Gracias Xenia por colaborar en el blog, pero sobre todo por querer compartir tu experiencia, por aportar tanto a quienes tenemos el lujo de conocerte, por darnos una lección tan grande y por ayudarnos con tu ejemplo a mejorar y valorar nuestra capacidad de aprendizaje permanente en cualquier momento vital que tengamos que afrontar.
 

Xenia de la Cerda

“Escribir ha sido siempre en mi vida un ejercicio de desahogo y liberación pero durante estos meses no me sentía capaz de hacerlo. Quizás por miedo o simplemente porque no era el momento.

Desde que era pequeña me gustaba imaginar cómo sería yo en el futuro y me acostumbré a planificar hasta tal punto que creía que ya me sabía el resto de mi vida. Y sin darme cuenta empecé no solo a condicionar la imagen que tenía de mi misma sino que me esforzaba a dar a los demás lo que creía que debía darles. Y no es que me considerara infeliz, ni mucho menos, pero siempre me acompañó, por diferentes experiencias, una sensación de no ser plenamente yo misma, no sentirme a gusto si decía que “no” y un miedo atroz a los cambios. Pues bien, eso cambió hace apenas un año cuando me diagnosticaron un cáncer de mama y creo firmemente que el cuerpo es sabio y no le prestamos suficiente atención a sus avisos.
Sé que puedo caer en un lugar común al decir que todo lo que me ha pasado y me está pasando ha establecido un antes y un después en mi vida pero los lugares comunes existen justo porque hay una experiencia que los precede. Siempre he pensado que si uno no comparte lo que vive y experimenta es como si esto no tuviera una existencia real y desapareciera. Porque aunque todo esto no deja de ser un momento muy duro, para mí está siendo una de las experiencias más intensas y llenas de amor que he vivido.






Justo los meses antes de que me dieran esa noticia para la que uno nunca puede estar preparado mi pareja y yo estábamos intentando ser padres y ya empezaba a angustiarme la idea de que pudiera tardar más de lo que tenía “planeado”. Pues bien, tras pasar este año de tratamientos, de cambios relevantes y de afrontar la idea de que las cosas no siempre deben salir como queremos, empecé a relativizar y a darme cuenta que un hijo es el producto de un acto de amor y no de una obsesión. Sigo queriendo ser madre pero entones no era el momento y mi cuerpo lo sabía. Me siento afortunada por todo el amor que doy y recibo, por la oportunidad que he recibido de saborear la vida más que nunca y orgullosa de todos los pasos que he dado.
 
Ha sido un año de aprendizaje, de mirar hacia dentro y cuidar tanto lo externo como lo interno. Un año de aceptación, de superación, de risas y llantos, de sentirme querida, rodeada y cuidada y de momentos de inversión en mi misma para encontrar mi propia fuerza. Un año en el que más que nunca puedo decir...SOY Y ESTOY AQUÍ Y AHORA. Un año en el que, por primera vez en mucho tiempo, me reconozco en el espejo como una mujer valiente y sensible a que le gusta tener una imagen diferente a la de antes puesto que se siente diferente.


Y hay tanto y a tantas personas a las que agradecer…”

Xenia de la Cerda




Por admiración a Xenia y para agradecer a todas estas personas excepcionales que como ella nos dan una lección de vida increíble; para animar a desarrollar nuestra capacidad de aprendizaje permanente, en lugar de terminar el post con una frase como hago siempre, lo hago en esta ocasión con un poema de uno de mis escritores favoritos:


No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.




Mario Benedetti, No te rindas












El peligro del correo electrónico

                       ¡Alto o.... disparo!!!


Soy de la generación que pasó de redactar los trabajos para el colegio  con una máquina de escribir, (electrónica, eso sí) a utilizar en la Universidad  un ordenador con disco floppy, para entre otras tareas, obtener con una impresora matricial las transparencias que utilizaba en las presentaciones que tenía que hacer con un retroproyector delante de mis compañeros de clase.

En el año 1995 tuve la gran suerte de tener Internet en casa, aunque a veces suponía luchar con mis padres porque querían usar el teléfono, mientras yo les convencía con todos los argumentos posibles y estrategias de distracción mientras que un ruidito extraño me permitía conectarme a Internet y a través del navegador Netscape, dedicarle paciencia a descargar una página web. Todo esto sucedía mientras evidentemente dejaba a mi familia incomunicada vía telefónica.

En 1998 conseguí una beca para estudiar en la Universidad de Swansea y me sorprendió que a todos los alumnos nos dieran una cuenta de correo electrónico de Pegasus con nuestro número de estudiante y ¡no sólo eso!!! Había numerosas aulas repletas de equipos informáticos para conectarse a Internet, con el objetivo de  integrar la educación universitaria con las nuevas tecnologías. ¡Alucinante!!
Para una chica como yo que venía de la Universidad de Sevilla, donde recopilar información para un trabajo requería básicamente buscar en la hemeroteca o en la biblioteca, aquello supuso una verdadera revolución.
Entre esta primera experiencia cibernética universitaria y que mis padres me compraron un teléfono móvil (tipo ladrillo) para poder contactar con ellos en caso de necesidad, sufrí una euforia vanguardista. 

Poco tiempo antes, escribía a mis amigos y a mis primeros amores de verano cartas que con toda la ilusión llevaba personalmente al buzón de correos, imaginando impaciente los días que tardarían en llegarles. Aún recuerdo el subidón que me provocaba ver una carta dirigida a mí al llegar a casa. También tuve esa sensación las primeras veces que encontraba mensajes en mi bandeja de entrada del ordenador.

Asumo que soy una inmigrante digital, que he vivido el orgullo de tener un Spectrum  y un vídeo VHS antes que el resto de mis amigos, para aceptar con cierta perplejidad que el Ipad o mi smartphone son instrumentos imprescindibles de trabajo.


Puede que sea por todo lo que he vivido, por lo impactante que me ha parecido la revolución tecnológica, porque descubrí pasados los 19 años lo maravilloso que era poder enviar un correo electrónico por su rapidez y por adjuntar fotos y archivos!!! Quizás por el hecho de que después de cumplir los 30 años y gracias a que trabajé en un organismo internacional, mis compañeros extranjeros me abrieron un nuevo mundo llamado Facebook, que les servía para estar en contacto con sus familiares, antiguos colegas y amigos, estando lejos de su país. No sé si tendrá relación que en 2008 me abrí mi primer perfil en una red social con más miedo que ilusión, por no saber dónde me metía...

Al igual que a mis profesores les tenía que hablar de usted en el colegio por el respeto que me inculcaron y me exigieron, ese "respeto" también lo he extrapolado, por razones obviamente diferentes, a las nuevas herramientas, a diferencia de mis hijos y otros nativos digitales que saben utilizar un smartphone o una tablet sin que nadie se lo explique y sin temor alguno a hacerlo de manera intuitiva y autodidacta.

Lo cierto es que tan sólo cuatro años después de la gran revelación, las Redes Sociales, me he convertido en una acérrima creyente de la utilidad de la tecnología 2.0, pero sobre todo de la filosofía, la ideología y los valores a los que nos ha arrastrado esta revolución tecnológica.

Las redes sociales, los smartphones, las smart TVs, las tablets y el resto de nuevas tecnologías son herramientas y como cualquier otra, pueden no utilizarse (cada vez más difícil, pero sigue habiendo gente que se resiste), se les puede dar un buen uso o se puede desvirtuar su fin por completo.

El correo electrónico ha sido uno de los mayores avances tecnológicos en el mundo laboral, llegando a amenazar de peligro de muerte al fax, querido por muchas personas aún a día de hoy.

El correo electrónico es una muy poderosa herramienta de comunicación y por lo tanto me pregunto... 

¿Alguien nos ha enseñado o aconsejado sobre el uso responsable del mismo? 

¿Cuántas empresas han elaborado una guía de buen uso del correo electrónico antes de implantarlo?

Durante todos los años que he utilizado el e-mail, no sólo he podido comprobar las bondades de una herramienta comunicativa tan potente, también he podido ver la fuerza del lado oscuro... como diría algún fan de Star Wars que conozco.

El correo electrónico se ha vuelto un arma de doble filo. No sólo sirve para informar o comunicar, igualmente se utiliza para amenazar, vengarse de alguien, escaquear responsabilidades y derivarlas hacia otra persona, buscar pruebas para un futuro litigio judicial, acosar, echar una bronca, etc.

En ocasiones se libran verdaderas batallas en los intercambios de correos electrónicos. Son los momentos en que se escribe con letras mayúsculas, aparece la capciosa copia oculta, se pone en copia a todos los compañeros, a los jefes de todos, a los jefes de los jefes e incluso al CEO si se considera necesario.
Hablo de cuando se envían correos a todo el personal para asuntos particulares y con objetivos personales, se crean cuentas falsas para poder verter toda la ira acumulada detrás del anonimato, de intercambio de correos cargados de acusaciones, desprecio y de faltas de respeto; mensajes abarrotados de archivos y documentos adjuntos en calidad de justificaciones y pruebas...
Usos, todos ellos, que corrompen el sentido con el que apareció este gran medio de comunicación e información en el entorno organizativo. 

Estoy convencida de que muchas de las personas que estáis leyendo este post os sentís identificadas con algo de lo que acabo de escribir.

Y ante esta situación debemos preguntarnos, ¿la empresa tiene alguna responsabilidad en este tema? ¿La tiene la persona que gestiona un equipo de profesionales? Por supuesto que sí.

El fomento o el fin tajante de la cultura de luchas vía correo electrónico depende de la actitud y actuaciones de la dirección de una organización.
El leer de manera contemplantiva un intercambio de correos malintencionados o agresivos y no hacer nada al respecto, no exime de responsabilidad, es más, me atrevería a decir que conlleva una parte de apoyo a esta mala práctica que se vuelve cada vez más frecuente.

Además de tomar cartas en el asunto cuando se participa de manera colateral en una lucha de e-mails y arrancar de raíz esa práctica, ¿se puede hacer algo más? ¿Existen otras maneras de trabajar más transparentes y que reduzcan el poder del correo electrónico? Como respuesta os dejo un vídeo muy inspirador de @elsua.
Luis Suárez, cuyo blog os recomiendo, lleva los últimos años demostrando a sus compañeros de IBM que la era de las redes sociales ha provocado que el email se vaya quedando obsoleto. Según sus propias palabras: "El correo electrónico todavía es el principal medio de comunicación en la empresa. Sin embargo, lo utilizamos mal y ahora nos satura en lugar de ayudarnos.”

El objetivo de las empresas es utilizar  las nuevas herramientas sociales para enseñar a los profesionales a co-crear y desarrollar un trabajo colaborativo.





"Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida."

Proverbio chino.






Si te preocupa el talento en tu organización... conviértete en arqueólogo


¿Otro post más sobre talento?



Sí, ya sé que últimamente se ha convertido en un tema casi omnipresente en cualquier publicación, jornada, blog, foro… relacionado con RRHH o gestión empresarial, pero me apetecía escribir acerca del talento desde una perspectiva más íntima.


Con cierta frecuencia paso con mis hijos por una estrecha calle de Sevilla. Cada vez que atravesamos esa calle nos paramos a mirar embelesados a través de una ventana para observar a un lutier en su taller trabajando con dedicación y paciencia.


Francisco Barba

Mis hijos le miran con curiosidad, pero yo observo con verdadera fascinación cómo es capaz de convertir materiales con los que no sabría qué hacer, en una maravillosa guitarra.

La capacidad que se requiere para poder hacer una guitarra tan perfecta de manera artesanal, probablemente se deba en parte a que lo ha heredado de generaciones anteriores, pero no sería tan buen constructor de guitarras sin el esfuerzo y el duro trabajo realizado durante más de cincuenta años. Me resulta tan admirable su arte que me cuesta entender por qué su taller no está en un sitio que permita ser contemplado por muchas más personas.

Como contraste, esta semana he tenido la oportunidad de asistir al Foro con tu Negocio para escuchar entre otros, al gran Ferrán Adriá, Juan Luis Polo, Juan Fernández Aceytuno o Bere Casillas. Por cierto, os animo a ver la ponencia de Bere, merece la pena por divertida e inspiradora y la de Ferrán Adriá, por ser simplemente impactante.

El foro ha supuesto un grandioso escaparate de talento. Es extraño cómo hay talentos muy valiosos que pasan desapercibidos o están ocultos por el contexto, el entorno o el tipo de capacidad y otros igual de valiosos o diferentes, se ponen de manifiesto de una manera soberbia y casi sin empeño.

Un ejemplo de ello es el caso de Alice Springs, seudónimo de la mujer del famoso fotógrafo Helmut Newton, cuyo talento se mantuvo años a la sombra de su marido. Ahora hay una exposición de su obra en la Maison Europeene de la Photographie de París. Las razones por las que su arte estuvo oculto durante tanto tiempo no están claras.

Las personas que me acompañáis en mi blog desde hace algún tiempo, ya sabréis que siento debilidad por la etimología de las palabras, pero en esta ocasión considero que aporta un valor añadido hacer un repaso al origen del significado del talento.

Talento proviene del latín talentum y del griego τάλαντον. En Grecia tálanton era el platillo de la balanza y las cantidades de metales preciosos que se pesaban allí. Posteriormente, el talento se convirtió en una unidad monetaria del mundo helénico y el imperio romano. Aunque en Roma el talento comenzó a tener una nueva acepción como tesoro, parece que el origen de la evolución del término al sentido actual se debe a la Parábola de los talentos que aparece en la Biblia. De la interpretación de esta parábola deriva el significado de talento como inteligencia, capacidad y aptitud.

La Parábola de los talentos cuenta la historia de un hombre que al emprender un largo viaje llamó a sus siervos y distribuyó entre ellos una cantidad diferente de talentos. Uno de los siervos recibió cinco talentos, el segundo dos y el tercero uno.
El primero negoció y duplicó los talentos. El segundo hizo lo mismo y ganó otros dos, el tercero en cambio, enterró su talento en la tierra.
Después de mucho tiempo, regresó el hombre y arregló cuentas con sus siervos. Alabó la fidelidad y la capacidad de los dos primeros siervos. Al tercero, que le devolvió el mismo talento que recibió reconociendo que lo había escondido en la tierra por miedo, le reprendió por perezoso y mal siervo.

La interpretación más común que se hace de esta historia es que el hombre conocía bien las habilidades de sus siervos y actuó conforme a ellas, confiando e invirtiendo en los que más capacidades tenían. Pero puede tener otra lectura…

La distribución de los talentos no fue equitativa, el hombre le dejó menos al siervo del que menos esperaba y dejó más a aquellos a quienes consideraba más capacitados.

¿Es posible que los siervos actuaran conforme a las expectativas que se había puesto en ellos? ¿Dudaría de su capacidad el siervo que menos confianza y posibilidades recibió? ¿Debería el hombre a su vuelta haber ayudado al siervo a entender que un talento enterrado no podría generar resultados?

Desde hace años estamos inmersos en la famosa guerra por el talento. Una lucha por atraer y retener el mejor talento, en ocasiones con un alto precio, os dejo de muestra un artículo publicado esta semana.

Estoy de acuerdo en que el talento de las personas de una organización es de un valor incalculable, pero ¿y si en lugar de poner tanto énfasis en buscarlo fuera intentamos desenterrar el que está escondido dentro?

El sistema educativo y el mercado laboral muchas veces han limado las aristas que nos hacen diferentes desde la infancia, tratando de modelarnos para convertirnos en estudiantes y profesionales normalizados.
Si el entorno donde hemos crecido y/o trabajado no ha sido capaz de contrarrestar este intento de estandarizarnos, serán muchas las personas que acaben enterrando su talento por miedo a romper el molde.

Ferrán Adriá dijo en su intervención del #foroCTN que para poder innovar y hacer vanguardia necesitamos construirnos una barrera psicológica, porque nos tacharán de raros y sin esta barrera, acabaremos creyéndonoslo. Como consecuencia, enterraríamos el talento por miedo, como hizo el siervo de la parábola.

En un marco como el actual, donde como decía Juan Fernández Aceytuno, la guerra por el talento se ha convertido en luchar ante un consejo de administración para no despedir más profesionales, cada vez tiene más sentido diseñar e implementar estrategias de detección y retención del talento interno.

Una organización necesita la sinergia de diferentes competencias, habilidades, inteligencias y destrezas para poder innovar, crecer y ser sostenible.

Si el profesional ha de venir al trabajo cada día duchado y motivado, la obligación de los profesionales de RRHH y la del resto de directivos es no desmotivar, antes que motivar.

En cuestión de talento, trabajemos y dediquémonos en desenterrar el que está oculto y retener el que ya tenga la organización y el que aflore, antes de invertir en atraer otro nuevo.



"Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el talento. Es el talento de reconocer a los talentosos."



Elbert Hubbard




El puente de cristal

Cuando el techo de cristal se convierte en un puente


Hace unas semanas fue noticia que la comisaria Viviane Reding propondrá una norma para imponer una cuota femenina del 40% en los consejos de administración de grandes empresas europeas. Poco después hemos conocido que la propuesta ha sido rechazada por un tercio de los estados miembro de la Unión Europea, en concreto son nueve los países que se oponen a cualquier medida legalmente vinculante para equilibrar el peso de hombres y mujeres en los puestos de decisión, lo que podría obligar al Ejecutivo comunitario a revisar la propuesta.

No sé si la medida llegará a aprobarse y si funcionará, porque España tiene una cuota del 11,5 % de mujeres en los consejos de administración, por debajo de la media europea, a pesar de que es uno de los pocos países que ha legislado sobre la materia. 
La obligación de las cuotas siempre ha sido polémica, prueba de ello es que cuenta con muchos detractores, y no sólo de género masculino. No obstante, si no se regulase el aumento de la representación femenina en puestos directivos, no se podrían eliminar las prácticas discriminatorias que históricamente han excluido a las mujeres del mercado laboral y en especial, de puestos de responsabilidad.

¿Cuál es mi opinión al respecto? La respuesta puedo darla contando algunas experiencias que he vivido desde que empecé a trabajar hace once años:
  • Procesos de selección en los que como consultora, un cliente me advertía que no quería ver ni una candidata finalista, aunque tuviera el mejor cv de todas las personas que aspiraban al puesto. ¡Sólo hombres!
  • Algún proceso de selección de discriminación positiva, donde el perfil profesional era mucho más exigente que el de un hombre en la misma posición.
  • Mi salario ha sido menor que el de un compañero con las mismas funciones y responsabilidades que las mías. 
  • He sufrido un trato inapropiado o irrespetuoso en el terreno profesional por mi género.
  • He tenido que aclarar en una entrevista de trabajo si estaba embarazada, tenía hijos o planes de aumentar la familia. ¿Habéis pensado cuántas veces se le pregunta esto a un candidato? ¿O si es relevante que su mujer esté embarazada en el momento de la entrevista?
Esta semana tuve el placer de ser convocada a una mesa de trabajo para intercambiar experiencias en torno al proyecto PRODIRECTIVAS. Este proyecto tiene entre sus objetivos la elaboración de una guía de buenas prácticas como herramienta para conseguir una mayor incorporación de las mujeres a los consejos de administración en países europeos.
Asistieron mujeres muy interesantes desde el punto de vista personal y profesional y como conclusión de todas las reflexiones que se pusieron encima de la mesa destaco las siguientes:
  1. La afirmación de las Secretarias de la Mujer en Andalucía de CCOO y UGT sobre cómo la crisis ha hecho involucionar el camino logrado para la presencia  y el estatus laboral de la mujer. Prueba de ello es el aumento de los casos de “mobbing maternal” y los despidos de mujeres embarazadas.
  2. Hay leyes cuyo cumplimiento es más laxo que otras, como ocurre con la Ley de Igualdad y la LISMI.
  3. Los esfuerzos que se hagan en el terreno profesional deben ir acompañados con otros paralelos en el sistema educativo y en la cultura social.
  4. Los estudios realizados sobre productividad ponen de manifiesto el éxito de las empresas que saben gestionar la diversidad de cualquier tipo, género, raza, edad, etc.
Creo que la obligación de las cuotas es una iniciativa que no será perfecta, pero que resulta necesaria para luchar contra el desequilibrio entre hombres y mujeres en las cúpulas directivas. Sin embargo me pregunto... 

¿Hasta qué punto son efectivas si el problema empieza en casa? 
¿La sociedad y el contexto cultural apoyan el alcance y la aceptación de estas cuotas?

Hace más de tres años tuve una reunión con una compañera de trabajo para ofrecerle promocionar a un puesto de mando intermedio. Esta compañera me dijo que le encantaría pero que no podía aceptarlo porque el tiempo de presencia que se le exigiría en ese puesto, sería muy superior al que tenía y no podría conciliar su vida personal con el trabajo. Le di la razón, porque en aquel momento no era raro que nos convocaran a una reunión después de las ocho y media de la tarde.
Afortunadamente, esa misma compañera tiene en la actualidad la categoría profesional que entonces tuvo que rechazar, gracias a que la política de la organización cambió de la única manera que puede producirse un cambio tan radical, con la incorporación de un máximo responsable que cree en una manera más humana de gestionar personas.
Cuando el CEO cree en la igualdad, se adoptan medidas que realmente apoyan la carrera profesional de las mujeres y se empieza a trabajar en algo clave para poder conseguirlo, el fomento de la cultura de corresponsabilidad.

En nuestro caso el camino no ha sido fácil y todo el avance que hemos logrado en materia de conciliación e igualdad ha estado respaldado por el cambio en la más alta dirección e impulsado por el equipo de RRHH, no sólo porque creemos en ello como parte de nuestro trabajo, sino también porque somos un equipo con un gran número de mujeres.

A título personal, puedo decir que mis padres y mi marido son los que siempre me han ayudado y animado en mi crecimiento como persona y como profesional. Mis padres educándome con una filosofía de vida sencilla: “puedes conseguir lo que quieras en esta vida, sólo tienes que luchar y trabajar duro para lograrlo”. En el caso de mi pareja, dándome alas para volar donde quiera llegar con un apoyo incondicional, sin inseguridades ni reproches de ningún tipo.
Estoy segura de que si cuando teníamos en la empresa esos horarios demenciales hubiera tenido también en casa el techo de cristal, no sería la misma persona que soy ahora, ni habría podido sobrellevar los malos momentos vividos por no poder estar el tiempo que necesitaba disfrutar de mi familia.

No es infrecuente encontrar mujeres que esconden su talento por no hacer sombra a sus maridos, por cuidar a sus hijos o por evitar conflictos de toda clase.
Me sorprendió una conversación que tuve hace poco con una mujer en la que me contaba que había dejado su carrera para cuidar a sus hijos porque se lo había pedido su marido, les era más rentable que pagar la guardería y la ayuda en las tareas domésticas. Lo curioso es que era ella la que trataba de convencerme de que había sido idea de su marido, pero decisión suya. A pesar de sus esfuerzos o quizás precisamente por esos esfuerzos, el discurso me sonaba poco coherente y pensé: ¡qué pena perder a una buena profesional!

Cuando el techo de cristal empieza en el hogar donde la niña es educada, continúa en su casa cuando forma una familia y llega hasta el trabajo, se convierte en un puente de cristal casi imposible de romper.

Soy madre de dos niños y tengo la responsabilidad de educarles para que sean corresponsables y sepan respetar y valorar a las personas por quienes son, sin importar raza, religión, discapacidad, edad, género o cultura.

Soy directora de RRHH  y tengo la responsabilidad de velar para que haya un trato justo en la organización y en su gestión, independientemente del género.

Pero sobre todo soy mujer y tengo una gran responsabilidad, continuar trabajando con la ayuda de todos los hombres y mujeres para evolucionar a una sociedad en la que legislar las cuotas femeninas en los consejos de administración carezca de sentido.


“La democracia lleva el nombre más bello que existe: Igualdad.”             
                                                                                         
                                                                                                                Heródoto