Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en el
trabajo y compartimos más horas con los compañeros que con nuestra pareja,
hijos o amigos. Así que teniendo en cuenta el porcentaje de nuestra vida que trascurre
en el entorno laboral, sería lógico pensar que en la oficina pasamos por todo
tipo de estados de ánimo, ¿o aún hay alguien que cree que los trabajadores somos
autómatas sin sentimientos?
Probablemente a más de un directivo tóxico le
encantaría que fuésemos profesionales
como el hombre de hojalata en el Mago de Oz: personas exclusivamente orientadas al logro y cerradas al plano
sentimental y a las emociones, brillantes y relucientes, centrados en la tarea
de cortar el árbol hasta que la lluvia les oxida.
El hombre de hojalata es fuerte por fuera y hueco
por dentro, porque no consigue conectar con sus verdaderas emociones. Por eso
llega un momento en el que se da cuenta de que necesita un corazón.
Si estás triste, feliz, te han roto el corazón, has
perdido a un ser querido, estás preocupado, has discutido con tu pareja o te
han hecho daño, lo vas a reflejar en tu productividad, en la concentración, en
la relación con los demás y en mil detalles más a lo largo de la jornada
laboral.
Las
emociones guían nuestro comportamiento, por muy racionales que intentemos ser y
por mucho que nos condicione el contexto.
Sin embargo, las emociones en la oficina continúan
siendo un tema tabú porque se considera un asunto incómodo para gestionar y
tratar.
Con el fin de fomentar un ambiente laboral cordial existen ciertas normas de convivencia, así como comportamientos que se deben evitar, son reglas de etiqueta en la oficina.
Hasta aquí bien, pero ¿qué dicen esas reglas de etiqueta sobre las emociones en
el trabajo?
La ira, la tristeza, la ansiedad, el miedo y la alegría
deben ocultarse en la medida de lo posible. Se trata de ponernos una máscara
que impida a los demás ver cómo nos sentimos.
Pero ¿realmente
es tan malo expresar, en su justa medida, nuestras emociones en el lugar donde
más horas pasamos al día? Todos estamos de acuerdo en asegurar un trato correcto,
de hecho, lo establece la legislación, pero ¿hasta qué punto humanizado? ¿Dónde
debería estar el límite de la etiqueta en la oficina?
Siempre me ha llamado la atención negativamente que
se tolera y normaliza más una explosión
de enfado entre compañeros o entre un jefe y un colaborador que ver a alguien
llorando en el trabajo. Los gritos se identifican con fuerza y carácter,
mientras que las lágrimas las asociamos con la debilidad, ¿qué nos está
pasando?
Muchas personas
interpretan llorar en la oficina como un síntoma de fragilidad, las más
radicales y con falta de empatía lo ven como un suicidio emocional.
No sé vosotros, pero desde que empecé a trabajar
reconozco que he llorado en varias ocasiones, no públicamente, pero sí me he
desahogado con alguien de confianza cuando me he sentido muy mal, triste,
enfadada o frustrada y compartir ese gesto íntimo y personal me ha ayudado a
sentirme mejor, ver la situación con mayor claridad y sentirme muy unida al
compañero/a de trabajo que me prestó su hombro y me abrazó para calmarme.
También soy una persona que llora de emoción cuando
veo una película, voy a la ópera o algo me conmueve, e incluso he llorado de
felicidad en determinados momentos, pero no por eso me considero una mujer
débil.
Los humanos somos los únicos seres vivos que lloran
en respuesta a las emociones o al dolor. Son las lágrimas psíquicas y tienen un efecto catártico.
El llanto elimina tensiones y reduce la energía
negativa, nos ayuda a tranquilizarnos.
Generalmente lloramos en soledad, pero somos seres
sociales y en determinadas circunstancias necesitamos manifestar a los demás
nuestro estado de ánimo para obtener consuelo. Un abrazo de alguien que se
preocupa por ti cuando estás llorando tiene un efecto curativo en el alma, ¿tan
malo es que eso suceda en la oficina?
Buena parte de nosotros, sobre todo el género
masculino, hemos sido educados para no llorar. Contener el llanto es casi un
acto reflejo. Hemos aprendido a reprimir nuestras emociones, a no mostrar cómo
nos sentimos. ¿Cuántas veces nos han dicho en la familia o en el colegio que no
debíamos llorar por algo?
Ser fuerte y
valiente no significa suprimir nuestras emociones.
La alexitimia
es un trastorno desadaptativo psicológico caracterizado por la incapacidad de
identificar y describir verbalmente las emociones y sentimientos en uno mismo y
en los demás.
Igual esta afirmación suena muy dura, pero tristemente
hay empresas en las que se pretende
desarrollar una alexitimia organizativa.
La supresión emocional dificulta la concentración, genera
infelicidad y afecta al desempeño laboral, al bienestar y a la productividad
del trabajador.
No estoy hablando de descontrol sentimental, me
refiero a que la emotividad o la ausencia de la misma, son síntomas del estado
de la salud emocional de una empresa.
Personalmente cuando escucho una carcajada
espontánea en la oficina o a trabajadores que se están gastando una broma durante
un momento y varias personas ríen de la escena, me genera una sensación muy agradable,
es indicio de un ambiente relajado y con relaciones sanas entre los compañeros.
Al igual que si oigo una discusión me tenso y prefiero que no suceda en un
sitio abierto y delante de más personas ajenas a la misma o intento mediar para
frenar la situación.
Cada vez se da más formación en las empresas sobre
aspectos relacionados con la inteligencia emocional y a los responsables de
equipo se les enseña estrategias para poder controlar y manejar estas
situaciones.
La importancia de las emociones en el entorno
profesional y su adecuada gestión es indiscutible. El estado de ánimo y las emociones
de los trabajadores tienen efectos incluso sobre la cuenta de resultados.
Las personas no somos islas emocionales aisladas,
cuando vamos a trabajar cada día llevamos nuestra personalidad, nuestro
carácter, nuestros problemas y preocupaciones. Nuestro estado de ánimo y las
emociones que tenemos afectan a los demás, el contagio emocional es inevitable.
“Las emociones viajan de persona a persona
como si se tratase de un virus”.
Wharton Sigal Barsade
La gente positiva obtiene mejores resultados en el
trabajo porque procesan cognitivamente de manera más eficiente y más apropiada.
Por otro lado, cuando estás de mal humor, gran parte del esfuerzo realizado se
desperdicia en el estado de ánimo. Si estás de buen humor, estás más abierto a
asimilar información y a gestionarla de manera efectiva.
Conozco a muchos profesionales brillantes en lo que
al expediente académico y experiencia profesional se refiere, pero que son unos
incompetentes emocionales.
Un líder sin
inteligencia emocional no es un líder.
El cociente intelectual y el expediente académico
no sirven como factores para predecir el desempeño. Los reclutadores se esfuerzan por buscar profesionales
con inteligencia social y emocional, que sean capaces de entender y gestionar
tanto las emociones propias como las de los demás.
Si nos hemos
dado cuenta de que para alcanzar el éxito en la vida personal y profesional es
necesaria la inteligencia emocional, ¿por qué las empresas están repletas de
analfabetos emocionales?
El nivel de inteligencia emocional colectiva de una
organización determina el grado en el que se desarrolla la innovación, el
talento, el compromiso y la creatividad.
Expresar las emociones en el trabajo de una manera
sana y controlada nos vuelve más empáticos, productivos y mejora la relación
laboral.
Como seres sociales necesitamos un soporte
emocional en el espacio de trabajo. La gente que se expresa es más productiva
porque cuando exteriorizamos nuestras emociones, nos desahogamos y éstas
desaparecen o se reducen, por lo que conseguimos relajarnos y poder concentrarnos
en nuestras tareas.
Encontrar el equilibrio en la gestión de las
emociones en el trabajo no es nada fácil, pero es necesario, generando un
espacio de confianza y teniendo siempre claro que es imprescindible conocer el
mapa humano para que nuestra empresa funcione, con sus sentimientos inherentes
e indisociables.
El hombre de hojalata ya tiene corazón.
“Cuando un hombre es una tetera vacía, debería estar con ánimo;
y sin embargo estoy destrozado…
Simplemente porque intuyo que podría ser algo parecido a un humano,
si simplemente tuviera un corazón…”
“Los corazones nunca serán
prácticos hasta que puedan hacerse irrompibles.”
“Un corazón no se juzga por
lo mucho que tú ames, sino por lo mucho que te amen los demás.”
“Ahora sé que tengo corazón
porque sufro.”
El Mago de Oz
El Mago de Oz
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