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El peligro del correo electrónico

                       ¡Alto o.... disparo!!!


Soy de la generación que pasó de redactar los trabajos para el colegio  con una máquina de escribir, (electrónica, eso sí) a utilizar en la Universidad  un ordenador con disco floppy, para entre otras tareas, obtener con una impresora matricial las transparencias que utilizaba en las presentaciones que tenía que hacer con un retroproyector delante de mis compañeros de clase.

En el año 1995 tuve la gran suerte de tener Internet en casa, aunque a veces suponía luchar con mis padres porque querían usar el teléfono, mientras yo les convencía con todos los argumentos posibles y estrategias de distracción mientras que un ruidito extraño me permitía conectarme a Internet y a través del navegador Netscape, dedicarle paciencia a descargar una página web. Todo esto sucedía mientras evidentemente dejaba a mi familia incomunicada vía telefónica.

En 1998 conseguí una beca para estudiar en la Universidad de Swansea y me sorprendió que a todos los alumnos nos dieran una cuenta de correo electrónico de Pegasus con nuestro número de estudiante y ¡no sólo eso!!! Había numerosas aulas repletas de equipos informáticos para conectarse a Internet, con el objetivo de  integrar la educación universitaria con las nuevas tecnologías. ¡Alucinante!!
Para una chica como yo que venía de la Universidad de Sevilla, donde recopilar información para un trabajo requería básicamente buscar en la hemeroteca o en la biblioteca, aquello supuso una verdadera revolución.
Entre esta primera experiencia cibernética universitaria y que mis padres me compraron un teléfono móvil (tipo ladrillo) para poder contactar con ellos en caso de necesidad, sufrí una euforia vanguardista. 

Poco tiempo antes, escribía a mis amigos y a mis primeros amores de verano cartas que con toda la ilusión llevaba personalmente al buzón de correos, imaginando impaciente los días que tardarían en llegarles. Aún recuerdo el subidón que me provocaba ver una carta dirigida a mí al llegar a casa. También tuve esa sensación las primeras veces que encontraba mensajes en mi bandeja de entrada del ordenador.

Asumo que soy una inmigrante digital, que he vivido el orgullo de tener un Spectrum  y un vídeo VHS antes que el resto de mis amigos, para aceptar con cierta perplejidad que el Ipad o mi smartphone son instrumentos imprescindibles de trabajo.


Puede que sea por todo lo que he vivido, por lo impactante que me ha parecido la revolución tecnológica, porque descubrí pasados los 19 años lo maravilloso que era poder enviar un correo electrónico por su rapidez y por adjuntar fotos y archivos!!! Quizás por el hecho de que después de cumplir los 30 años y gracias a que trabajé en un organismo internacional, mis compañeros extranjeros me abrieron un nuevo mundo llamado Facebook, que les servía para estar en contacto con sus familiares, antiguos colegas y amigos, estando lejos de su país. No sé si tendrá relación que en 2008 me abrí mi primer perfil en una red social con más miedo que ilusión, por no saber dónde me metía...

Al igual que a mis profesores les tenía que hablar de usted en el colegio por el respeto que me inculcaron y me exigieron, ese "respeto" también lo he extrapolado, por razones obviamente diferentes, a las nuevas herramientas, a diferencia de mis hijos y otros nativos digitales que saben utilizar un smartphone o una tablet sin que nadie se lo explique y sin temor alguno a hacerlo de manera intuitiva y autodidacta.

Lo cierto es que tan sólo cuatro años después de la gran revelación, las Redes Sociales, me he convertido en una acérrima creyente de la utilidad de la tecnología 2.0, pero sobre todo de la filosofía, la ideología y los valores a los que nos ha arrastrado esta revolución tecnológica.

Las redes sociales, los smartphones, las smart TVs, las tablets y el resto de nuevas tecnologías son herramientas y como cualquier otra, pueden no utilizarse (cada vez más difícil, pero sigue habiendo gente que se resiste), se les puede dar un buen uso o se puede desvirtuar su fin por completo.

El correo electrónico ha sido uno de los mayores avances tecnológicos en el mundo laboral, llegando a amenazar de peligro de muerte al fax, querido por muchas personas aún a día de hoy.

El correo electrónico es una muy poderosa herramienta de comunicación y por lo tanto me pregunto... 

¿Alguien nos ha enseñado o aconsejado sobre el uso responsable del mismo? 

¿Cuántas empresas han elaborado una guía de buen uso del correo electrónico antes de implantarlo?

Durante todos los años que he utilizado el e-mail, no sólo he podido comprobar las bondades de una herramienta comunicativa tan potente, también he podido ver la fuerza del lado oscuro... como diría algún fan de Star Wars que conozco.

El correo electrónico se ha vuelto un arma de doble filo. No sólo sirve para informar o comunicar, igualmente se utiliza para amenazar, vengarse de alguien, escaquear responsabilidades y derivarlas hacia otra persona, buscar pruebas para un futuro litigio judicial, acosar, echar una bronca, etc.

En ocasiones se libran verdaderas batallas en los intercambios de correos electrónicos. Son los momentos en que se escribe con letras mayúsculas, aparece la capciosa copia oculta, se pone en copia a todos los compañeros, a los jefes de todos, a los jefes de los jefes e incluso al CEO si se considera necesario.
Hablo de cuando se envían correos a todo el personal para asuntos particulares y con objetivos personales, se crean cuentas falsas para poder verter toda la ira acumulada detrás del anonimato, de intercambio de correos cargados de acusaciones, desprecio y de faltas de respeto; mensajes abarrotados de archivos y documentos adjuntos en calidad de justificaciones y pruebas...
Usos, todos ellos, que corrompen el sentido con el que apareció este gran medio de comunicación e información en el entorno organizativo. 

Estoy convencida de que muchas de las personas que estáis leyendo este post os sentís identificadas con algo de lo que acabo de escribir.

Y ante esta situación debemos preguntarnos, ¿la empresa tiene alguna responsabilidad en este tema? ¿La tiene la persona que gestiona un equipo de profesionales? Por supuesto que sí.

El fomento o el fin tajante de la cultura de luchas vía correo electrónico depende de la actitud y actuaciones de la dirección de una organización.
El leer de manera contemplantiva un intercambio de correos malintencionados o agresivos y no hacer nada al respecto, no exime de responsabilidad, es más, me atrevería a decir que conlleva una parte de apoyo a esta mala práctica que se vuelve cada vez más frecuente.

Además de tomar cartas en el asunto cuando se participa de manera colateral en una lucha de e-mails y arrancar de raíz esa práctica, ¿se puede hacer algo más? ¿Existen otras maneras de trabajar más transparentes y que reduzcan el poder del correo electrónico? Como respuesta os dejo un vídeo muy inspirador de @elsua.
Luis Suárez, cuyo blog os recomiendo, lleva los últimos años demostrando a sus compañeros de IBM que la era de las redes sociales ha provocado que el email se vaya quedando obsoleto. Según sus propias palabras: "El correo electrónico todavía es el principal medio de comunicación en la empresa. Sin embargo, lo utilizamos mal y ahora nos satura en lugar de ayudarnos.”

El objetivo de las empresas es utilizar  las nuevas herramientas sociales para enseñar a los profesionales a co-crear y desarrollar un trabajo colaborativo.





"Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida."

Proverbio chino.






El puente de cristal

Cuando el techo de cristal se convierte en un puente


Hace unas semanas fue noticia que la comisaria Viviane Reding propondrá una norma para imponer una cuota femenina del 40% en los consejos de administración de grandes empresas europeas. Poco después hemos conocido que la propuesta ha sido rechazada por un tercio de los estados miembro de la Unión Europea, en concreto son nueve los países que se oponen a cualquier medida legalmente vinculante para equilibrar el peso de hombres y mujeres en los puestos de decisión, lo que podría obligar al Ejecutivo comunitario a revisar la propuesta.

No sé si la medida llegará a aprobarse y si funcionará, porque España tiene una cuota del 11,5 % de mujeres en los consejos de administración, por debajo de la media europea, a pesar de que es uno de los pocos países que ha legislado sobre la materia. 
La obligación de las cuotas siempre ha sido polémica, prueba de ello es que cuenta con muchos detractores, y no sólo de género masculino. No obstante, si no se regulase el aumento de la representación femenina en puestos directivos, no se podrían eliminar las prácticas discriminatorias que históricamente han excluido a las mujeres del mercado laboral y en especial, de puestos de responsabilidad.

¿Cuál es mi opinión al respecto? La respuesta puedo darla contando algunas experiencias que he vivido desde que empecé a trabajar hace once años:
  • Procesos de selección en los que como consultora, un cliente me advertía que no quería ver ni una candidata finalista, aunque tuviera el mejor cv de todas las personas que aspiraban al puesto. ¡Sólo hombres!
  • Algún proceso de selección de discriminación positiva, donde el perfil profesional era mucho más exigente que el de un hombre en la misma posición.
  • Mi salario ha sido menor que el de un compañero con las mismas funciones y responsabilidades que las mías. 
  • He sufrido un trato inapropiado o irrespetuoso en el terreno profesional por mi género.
  • He tenido que aclarar en una entrevista de trabajo si estaba embarazada, tenía hijos o planes de aumentar la familia. ¿Habéis pensado cuántas veces se le pregunta esto a un candidato? ¿O si es relevante que su mujer esté embarazada en el momento de la entrevista?
Esta semana tuve el placer de ser convocada a una mesa de trabajo para intercambiar experiencias en torno al proyecto PRODIRECTIVAS. Este proyecto tiene entre sus objetivos la elaboración de una guía de buenas prácticas como herramienta para conseguir una mayor incorporación de las mujeres a los consejos de administración en países europeos.
Asistieron mujeres muy interesantes desde el punto de vista personal y profesional y como conclusión de todas las reflexiones que se pusieron encima de la mesa destaco las siguientes:
  1. La afirmación de las Secretarias de la Mujer en Andalucía de CCOO y UGT sobre cómo la crisis ha hecho involucionar el camino logrado para la presencia  y el estatus laboral de la mujer. Prueba de ello es el aumento de los casos de “mobbing maternal” y los despidos de mujeres embarazadas.
  2. Hay leyes cuyo cumplimiento es más laxo que otras, como ocurre con la Ley de Igualdad y la LISMI.
  3. Los esfuerzos que se hagan en el terreno profesional deben ir acompañados con otros paralelos en el sistema educativo y en la cultura social.
  4. Los estudios realizados sobre productividad ponen de manifiesto el éxito de las empresas que saben gestionar la diversidad de cualquier tipo, género, raza, edad, etc.
Creo que la obligación de las cuotas es una iniciativa que no será perfecta, pero que resulta necesaria para luchar contra el desequilibrio entre hombres y mujeres en las cúpulas directivas. Sin embargo me pregunto... 

¿Hasta qué punto son efectivas si el problema empieza en casa? 
¿La sociedad y el contexto cultural apoyan el alcance y la aceptación de estas cuotas?

Hace más de tres años tuve una reunión con una compañera de trabajo para ofrecerle promocionar a un puesto de mando intermedio. Esta compañera me dijo que le encantaría pero que no podía aceptarlo porque el tiempo de presencia que se le exigiría en ese puesto, sería muy superior al que tenía y no podría conciliar su vida personal con el trabajo. Le di la razón, porque en aquel momento no era raro que nos convocaran a una reunión después de las ocho y media de la tarde.
Afortunadamente, esa misma compañera tiene en la actualidad la categoría profesional que entonces tuvo que rechazar, gracias a que la política de la organización cambió de la única manera que puede producirse un cambio tan radical, con la incorporación de un máximo responsable que cree en una manera más humana de gestionar personas.
Cuando el CEO cree en la igualdad, se adoptan medidas que realmente apoyan la carrera profesional de las mujeres y se empieza a trabajar en algo clave para poder conseguirlo, el fomento de la cultura de corresponsabilidad.

En nuestro caso el camino no ha sido fácil y todo el avance que hemos logrado en materia de conciliación e igualdad ha estado respaldado por el cambio en la más alta dirección e impulsado por el equipo de RRHH, no sólo porque creemos en ello como parte de nuestro trabajo, sino también porque somos un equipo con un gran número de mujeres.

A título personal, puedo decir que mis padres y mi marido son los que siempre me han ayudado y animado en mi crecimiento como persona y como profesional. Mis padres educándome con una filosofía de vida sencilla: “puedes conseguir lo que quieras en esta vida, sólo tienes que luchar y trabajar duro para lograrlo”. En el caso de mi pareja, dándome alas para volar donde quiera llegar con un apoyo incondicional, sin inseguridades ni reproches de ningún tipo.
Estoy segura de que si cuando teníamos en la empresa esos horarios demenciales hubiera tenido también en casa el techo de cristal, no sería la misma persona que soy ahora, ni habría podido sobrellevar los malos momentos vividos por no poder estar el tiempo que necesitaba disfrutar de mi familia.

No es infrecuente encontrar mujeres que esconden su talento por no hacer sombra a sus maridos, por cuidar a sus hijos o por evitar conflictos de toda clase.
Me sorprendió una conversación que tuve hace poco con una mujer en la que me contaba que había dejado su carrera para cuidar a sus hijos porque se lo había pedido su marido, les era más rentable que pagar la guardería y la ayuda en las tareas domésticas. Lo curioso es que era ella la que trataba de convencerme de que había sido idea de su marido, pero decisión suya. A pesar de sus esfuerzos o quizás precisamente por esos esfuerzos, el discurso me sonaba poco coherente y pensé: ¡qué pena perder a una buena profesional!

Cuando el techo de cristal empieza en el hogar donde la niña es educada, continúa en su casa cuando forma una familia y llega hasta el trabajo, se convierte en un puente de cristal casi imposible de romper.

Soy madre de dos niños y tengo la responsabilidad de educarles para que sean corresponsables y sepan respetar y valorar a las personas por quienes son, sin importar raza, religión, discapacidad, edad, género o cultura.

Soy directora de RRHH  y tengo la responsabilidad de velar para que haya un trato justo en la organización y en su gestión, independientemente del género.

Pero sobre todo soy mujer y tengo una gran responsabilidad, continuar trabajando con la ayuda de todos los hombres y mujeres para evolucionar a una sociedad en la que legislar las cuotas femeninas en los consejos de administración carezca de sentido.


“La democracia lleva el nombre más bello que existe: Igualdad.”             
                                                                                         
                                                                                                                Heródoto