Hace tiempo decidí que en el futuro quería ser
feliz.
Recientemente me he dado cuenta de que también
quiero parecerme a un pato.
Ahora acabo de descubrir que de mayor quiero ser bambú.
Si hay dos características que definen a esta
planta son la flexibilidad que le
permite doblarse frente a cualquier inclemencia climatológica sin romperse y
recuperar rápidamente su forma; y la resistencia,
gracias a su extraordinario proceso de crecimiento. El bambú tiene unas
propiedades físicas y mecánicas similares a las del hierro.
Una semilla de bambú necesita mucho tiempo para
germinar, los brotes tardan siete años en atravesar la tierra pero cuando
emergen se desarrollan a una enorme velocidad.
En un período de un mes la planta crece más de 30
metros y aunque se corte varias veces, continúa creciendo. Su producción es
permanente porque no necesita replantarse después del corte.
Durante los años de aparente inactividad el bambú genera
un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener su posterior
crecimiento, importante, teniendo en cuenta que pueden vivir centenares de
años.
Los años de crecimiento bajo tierra son la clave de
su fortaleza, su vida reside en su raíz, por ello aunque corten el tallo, la
planta seguirá creciendo ajena a cualquier elemento que atente contra su
supervivencia.
No soy experta en coaching ni en resiliencia pero
si algo tengo claro es que en el mundo de la empresa, al igual que en la
naturaleza, nada es permanente y todo está abocado a la evolución y
transformación.
El modelo actual de trabajo nos exige ser flexibles
como el bambú, recuperar deprisa la forma después del temporal y resistir
cualquier amenaza externa que pueda llegar de improviso.
Como enseña el taoísmo, la flexibilidad es la gran
firmeza y se ha convertido en una de las principales competencias para que una
persona pueda triunfar en su vida laboral y personal.
“El hombre al nacer es blando y flexible, y al
morir queda duro y rígido.
Las plantas al nacer son tiernas y flexibles y al morir quedan duras y secas.
Lo duro y lo rígido son propiedades de la muerte.
Lo blando y flexible son propiedades de la vida.
La fortaleza de las armas es la causa de su derrota
y el árbol robusto es derribado por las hachas.
Ser dócil y ceder es la disciplina de la vida.
Un ejército sin flexibilidad nunca gana la batalla.
Un árbol que no se inclina se quiebra fácilmente.
Lo rígido y poderoso caerá;
lo humilde y flexible se levantará.”
Tao
Te King, Lao-Tsé
Quiero ser una profesional de bambú que necesita
muchos años de crecimiento invisible pero que serán el corazón de mi fortaleza,
porque he comprendido que el esfuerzo, la perseverancia y el trabajo que no
perciben los demás es lo que permite crecer alto y ajeno a cualquier temporal
que pueda avecinarse. Ni siquiera importará que alguna empresa o directivo
tóxico te corten varias veces, seguirás creciendo a pesar de todo, tus cimientos
te habrán preparado para ello.
Siete años pueden parecer una eternidad pero es el
período necesario para generar una raíz capaz de sostener una persona de bambú
cuya fuerza resida en su flexibilidad.
Hay unas hojas que protegen al tallo tierno de la
planta de bambú en su desarrollo inicial y en algunos casos permanecen siempre en su
base.
Poco a poco voy identificando qué y quiénes constituyen
esas hojas que me protegen desde que empecé a gestarme como profesional y
espero que también se queden para siempre en mi vida.
El éxito en el futuro entorno social y laboral
pertenecerá a los profesionales de bambú.
¿Qué tal un cuento para reflexionar?
¿Prefieres ser
un helecho o ser bambú?
Un día decidí darme por
vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para
hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón
para no darme por vencido? Le pregunté.
-Mira a tu alrededor, me
respondió, ¿ves el helecho y el bambú?-Sí, respondí.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…
-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…
-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…
Si no consigues lo que anhelas,
no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…
Seguir a @sonia_rmuriel
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